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28 de julio de 2009

El que tiene un trabajo, tiene un tesoro

En estos tiempos de crisis que corren, he decidido dar un giro a mi vida y colaborar con mi familia. Me he buscado un trabajo. No ha sido algo profundamente meditado, sino más bien ha surgido de forma natural, ya no soy un cachorro y la verdad es que me empezaba a dar vergüenza andar todo el día ganduleando por casa para luego irme de ronda con la pandilla por las tardes y así día tras día. Eso se acabó, he madurado y me he buscado un curro. Desde hace una semana soy vigilante de seguridad, ... segurita, segurata o segureta, pa’ que se entienda!. Mi trabajo consiste básicamente, como su nombre indica, en vigilar, estar alerta, no dejar pasar ni una, acechar cualquier incidencia o hecho fuera de lo normal, vivir en vilo. ¿Y para qué vigilar? Para proteger a Asier. Me ha dado por ahí.

Mi dueña dice que me olvide del tema, que no hace falta que curre, que ya ellos se encargan, que me relaje y disfrute, que se me ve agobiado, pero yo le he dado un sentido a mi vida y me siento muy contento con mi nuevo cargo. Es verdad que es estresante, porque es un curro de 24 horas y lo mismo, hasta en el ratito que paras a comer, tienes de improviso que dejarlo todo para salir corriendo a tu puesto, o estás tan relajado durmiendo una siestita y de pronto sucede algo que demanda tu presencia urgente para evitar que le ocurran al niño males mayores, es así, pero me siento útil para la familia y Asier está feliz y orgulloso de mí. Para precisar más, detallaré algunas situaciones con las que me enfrento diariamente: si Asier está jugando en la terraza y salen a la terraza de al lado los vecinos, pues yo me asomo y ladro un poco para que sepan que no deben meter ruido ni molestar al niño (luego cuando me los cruzo en el pasillo pues no les ladro, porque la verdad es que son unos vecinos muy majos), si estamos de fiestas populares y tiran un cohete y me asustan al niño, me pongo como un basilisco por haberle dado tremendo susto, si Asier está jugando en casa y la vecina de arriba anda taconeando o rodando muebles sin ton ni son, pues también le hago saber mi total disconformidad; si está viendo la tele y ponen el video de "Thriller" que le da mucho miedo, yo ladro al aire porque huelo el miedo y aunque no entiendo bien lo que pasa, no me gusta un pelo como se siente el niño; y así un montón de situaciones en las que actúo con eficacia y contundencia, desarrollando las funciones que mi puesto conlleva.
Cuando más se me acumula el trabajo es cuando salimos a pasear y Asier se lleva la bicicleta, entonces me tengo que multiplicar por dos, porque no puedo estar atento a todo, basta que me distraiga un momento, a echar un pis o a olisquearle el culete a una amiga, para que, cuando me gire, ya no lo vea o si lo veo, resulta que anda muy lejos de nosotros y todo embalado dando pedales, qué nervios me hace coger, allá que me voy corriendo como un loco y no paro hasta llegar a su lado, pero es que el muy cabrito se mea de la risa y de nuevo sale disparado pedaleando en otra dirección y otra vez, pobre de mí, carrera para no perderlo de vista. La semana pasada se dio una leche de aupa y, puedo decir con orgullo que fui el primero que llegó a su lado a confortarlo. Toda la familia me lo supo valorar. Esa es la mejor recompensa que tengo.

15 de julio de 2009

Ya está aquí

¡Ya ha llegado Asier! Qué alegría el domingo cuando lo vi aparecer por la puerta del aeropuerto, mucho más porque no lo esperaba, sabía que ibamos a allí para hacer algo importante, lo notaba en la actitud de Alicia, pero esperaba más bien encontrarme sólo con Camilo porque hacía dos días que no se sabía nada de él por casa y a mí eso me tenía preocupado. Pero esa tarde, cuando fuimos al aeropuerto, no sólo encontramos a mi dueño, sino que estaba también Asier. Qué fiesta montamos delante de todo el mundo. Me gusta mucho Asier porque es como yo, un perro estupendo, me refiero a que es alegre, juguetón y cariñoso, y además me gusta porque cuando está conmigo siempre anda a cuatro patas por el suelo. Tanto es así, que se tiró al suelo en el aeropuerto cuando nos encontramos, qué espectáculo dimos de besos, lametones y abrazos. Eso sí, llevamos dos días juntos y ya estoy agotado, vaya energía que trae, se me han acabado las siestas y las largas horas de contemplación mística a las que me abandonaba normalmente durante el día, no hay tiempo que perder, nos queda un mes y medio por delante y desde luego que este jovencito viene dispuesto a aprovechar el tiempo y por supuesto a hacerlo junto a su mejor compañero de juegos, que soy yo, tengo que estar al nivel. Vaya veranito nos espera.

1 de julio de 2009

Las siestas de los fines de semana

Soy un perro dormilón, las cosas hay que decirlas como son. Me encanta dormir horas y horas, a veces profundamente, pero igual me puedo pegar echado y simplemente adormilado gran parte del día, con el ojo avizor a todo lo que se cuece en la casa, pero sin inmutarme. Los perros somos animales de costumbres y la verdad es que somos felices con nuestras costumbres, no nos aburrimos con las rutinas como los humanos, qué va, perfeccionamos las rutinas y terminamos siendo unos maestros en la ejecución de nuestros hábitos diarios. A mí hay rutinas que me gustan mucho, de las que más la de dormir la siesta con Alicia los fines de semana. Este fin de semana batimos un record, tres horas durmiendo plácidamente. Es una gozada pasar las horas de más calor del día durmiendo al fresquito de la habitación con las ventanas abiertas. Alicia y yo somos del mismo talante, de talante gandul, vaya, somos flojitos, no somos voluntariosos ni trabajadores, sino más bien holgazanes y dados al cachondeo, eso sí, si se trata de juegos y fiesta somos los primeros que nos apuntamos, pero si no, lo nuestro es la posición horizontal, tenemos los biorritmos sincronizados, así que es ella con la que me siento más cómodo a lo largo del día. Camilo es más enérgico e incansable, trasnochador y siempre ocupado en algo importantísimo, ahora en el momento en que ese algo importantísimo paso a ser yo, entonces es una pasada porque juega conmigo sin descanso ni tregua, al 100%, y terminamos los dos agotados. El caso es que Camilo no duerme siesta, pero nosotros dos sí, así que hemos terminado convirtiendo esos ratitos de dormir juntos el fin de semana en una especie de comunión conjunta.

Después de comer nos miramos, Alicia me pregunta: “¿vamos a dormir un poquito, Lennon?”, yo me pongo de pie y la miro, levanto las orejas con atención, ella va a la cocina, yo me voy a la puerta de la habitación, la oigo beber agua, la espero, ya viene, entro y de un salto me pongo en la cama, entra, la miro, me acurruco en el sitio de Camilo, me mira, me da un empujoncito porque siempre le parece que estoy invadiendo su lado, es verdad, me pongo cerca adrede, me hago el loco, me rueda, me hago el peso muerto, se ríe, me hago el loco un poco más, se acuesta al lado mío empujándome hasta colocarme donde quiere, me dejo llevar y nos damos un beso, primero me lo da ella y luego se lo doy yo, entonces me hago el dormido pero no duermo, espero que se duerma ella, no para quieta, ahora a la izquierda, ahora vuelta a la derecha, le da puñetazos a la almohada, y yo haciéndome el dormido, pero como si estuviera en una montaña rusa, toda la cama se mueve, al final encuentra la postura, se deja dormir, entonces la miro, me levanto despacito sin hacer ruido y pienso: ¡ahí te quedas, prefiero dormir en el suelo, que está más fresquito!. Y así todos los fines de semana.

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