En estos tiempos de crisis que corren, he decidido dar un giro a mi vida y colaborar con mi familia. Me he buscado un trabajo. No ha sido algo profundamente meditado, sino más bien ha surgido de forma natural, ya no soy un cachorro y la verdad es que me empezaba a dar vergüenza andar todo el día ganduleando por casa para luego irme de ronda con la pandilla por las tardes y así día tras día. Eso se acabó, he madurado y me he buscado un curro. Desde hace una semana soy vigilante de seguridad, ... segurita, segurata o segureta, pa’ que se entienda!. Mi trabajo consiste básicamente, como su nombre indica, en vigilar, estar alerta, no dejar pasar ni una, acechar cualquier incidencia o hecho fuera de lo normal, vivir en vilo. ¿Y para qué vigilar? Para proteger a Asier. Me ha dado por ahí.
Mi dueña dice que me olvide del tema, que no hace falta que curre, que ya ellos se encargan, que me relaje y disfrute, que se me ve agobiado, pero yo le he dado un sentido a mi vida y me siento muy contento con mi nuevo cargo. Es verdad que es estresante, porque es un curro de 24 horas y lo mismo, hasta en el ratito que paras a comer, tienes de improviso que dejarlo todo para salir corriendo a tu puesto, o estás tan relajado durmiendo una siestita y de pronto sucede algo que demanda tu presencia urgente para evitar que le ocurran al niño males mayores, es así, pero me siento útil para la familia y Asier está feliz y orgulloso de mí. Para precisar más, detallaré algunas situaciones con las que me enfrento diariamente: si Asier está jugando en la terraza y salen a la terraza de al lado los vecinos, pues yo me asomo y ladro un poco para que sepan que no deben meter ruido ni molestar al niño (luego cuando me los cruzo en el pasillo pues no les ladro, porque la verdad es que son unos vecinos muy majos), si estamos de fiestas populares y tiran un cohete y me asustan al niño, me pongo como un basilisco por haberle dado tremendo susto, si Asier está jugando en casa y la vecina de arriba anda taconeando o rodando muebles sin ton ni son, pues también le hago saber mi total disconformidad; si está viendo la tele y ponen el video de "Thriller" que le da mucho miedo, yo ladro al aire porque huelo el miedo y aunque no entiendo bien lo que pasa, no me gusta un pelo como se siente el niño; y así un montón de situaciones en las que actúo con eficacia y contundencia, desarrollando las funciones que mi puesto conlleva.
Cuando más se me acumula el trabajo es cuando salimos a pasear y Asier se lleva la bicicleta, entonces me tengo que multiplicar por dos, porque no puedo estar atento a todo, basta que me distraiga un momento, a echar un pis o a olisquearle el culete a una amiga, para que, cuando me gire, ya no lo vea o si lo veo, resulta que anda muy lejos de nosotros y todo embalado dando pedales, qué nervios me hace coger, allá que me voy corriendo como un loco y no paro hasta llegar a su lado, pero es que el muy cabrito se mea de la risa y de nuevo sale disparado pedaleando en otra dirección y otra vez, pobre de mí, carrera para no perderlo de vista. La semana pasada se dio una leche de aupa y, puedo decir con orgullo que fui el primero que llegó a su lado a confortarlo. Toda la familia me lo supo valorar. Esa es la mejor recompensa que tengo.