

Venía mucha gente a vernos a casa de los dueños de mi mamá y algunos de los visitantes nos empezaron a poner nombres y a poner especial atención en unos y no en otros. Nunca olvidaré el día que los vi a ellos por primera vez, bueno, sí que me hubiera olvidado, pero en casa lo cuentan tan a menudo que lo exacto sería decir que me he aprendido de memoria lo que pasó el día que los vi a ellos por primera vez, a mis dueños, digo. Llegaron unos 10 días después de que naciera, hacía muy poco tiempo desde que nosotros no andábamos a ciegas y empezábamos a descubrir mundo. Estábamos comiendo de mamá y se acercaron muy despacito,
nos miraban entre comentarios de exclamación y risas, la verdad es que pensé que serían unos más de los muchos que venían a observarnos jugar, dormir, comer, pero de repente, sucedió algo distinto para mí. El dueño de mi mamá me separó de mi familia mientras mamá nos alimentaba y me cogió en sus manos, vaya gracia que me hizo, incluso me asusté un poco, luego me puso en las manos de ella, de Alicia, y esta inmediatamente me colocó de nuevo junto a mi mamá, mientras Camilo miraba, ... no sé si fue un acto simbólico humano o qué carajo pretendían escenificar , pero yo tuve que empujar como un campeón para volver a mi sitio entre mis hermanos y pillar algo que llevarme a la boca.
Volvieron luego con regularidad, eso sí afortunadamente, nunca más en la hora de la merienda, siempre nos encontraban jugando y me empecé a acostumbrar a su presencia, aunque el rollito ese del pasamanos que se traen los humanos con nosotros nunca me gustó. Me alegro de haber llegado a la edad adulta y de tener el peso necesario (incluso algo más del necesario) para que ahora los humanos se lo piensen dos veces antes de intentar cogerme en brazos. La última vez que vinieron de visita a casa de mi mamá venían acompañados, con niños, esos seres chillones, impredecibles, meticones, y maravillosamente dotados de una capacidad para jugar, correr y saltar sólo comparable a la de un perro. Ese día oí mi nombre por primera vez, Lennon. Y tal vez también en ese momento empecé a entender que pronto iba a formar parte de otra familia.
