El rey del acuario

   Ha muerto el pez. El escalar. El “chico” o el “amigo” como le llamaba Camilo. Llevabamos en casa casi el mismo tiempo y ambos nos habíamos convertido en los reyes de nuestros respectivos espacios. Yo, el rey de la casa. Él, el rey indiscutible del acuario. Nunca nos relacionamos. Vivíamos en distintas dimensiones, por decirlo de alguna manera. Lamentablemente los perros no tenemos mucho interés por la fauna acuática, a no ser que nos la presenten en forma de deliciosa lata de atún o sardinillas. Todo lo más, me sentaba curioso a contemplar a mis dueños en las ocasiones que realizaban una limpieza de su acuario y a olisquear el agua, los hierbajos y todo lo que sacaban de allí. En cuanto a él nunca llegué a saber ni siquiera si percibía mi presencia. Era hermoso, voy a reconocerlo, un precioso escalar mármol. Nunca enfermó, nunca tuvo una herida, creció fuerte y deslumbrante. Siempre destacó en el acuario, dominaba el primer plano durante el día y cuando llegaba la oscuridad elegía, antes que los demás, donde descansar. Nunca fue violento ni actuó como un tirano. Hacía ya un tiempo que había perdido a la mayor parte de sus súbditos, pero eso no le restó ni un ápice de dignidad, mantenía la misma presencia y actitud que en las mejores épocas de su reinado, cuando el acuario estaba repleto de distintas comunidades de peces. Era hermoso y mis dueños, de manera especial Camilo, lo admiraban y lo adoraban. Decía Lamartine que “en todos sus sueños más bellos, el hombre no ha sabido jamás inventar nada que sea más bello que la naturaleza”, y él era todo lo bello que puede ser un escalar, un rey del acuario. Te echaremos mucho de menos chico, amigo.