Es una gozada salir a caminar por el monte. Llego agotado, eso así, pero es una experiencia única. La primera vez que salí aún no había cumplido un año, a ellos les hubiera gustado llevarme antes, pero tenían miedo de que no aguantara el ritmo. Fuimos a una pista forestal, era un camino llano, y sólo al principio y al final tuvimos que coger tramos de mucha pendiente, no querían abusar, sólo ponerme a prueba a ver que tal me comportaba. Pues bien, si ese día ellos caminaron 8 km, yo me hice 16 porque andaba corriendo de acá para allá, iba y volvía, de derecha a izquierda, los pasaba a toda leche corriendo y luego me volvía atrás para de nuevo adelantarlos a toda leche, qué gozada, qué olores, qué de verde, qué sonidos, ... qué bocadillos llevaron y compartieron conmigo. Nunca lo olvidaré.
Hemos repetido en más ocasiones, aunque no en tantas como a mí me hubiera gustado, pero estos humanos siempre se lían con cosas que les parecen más importantes como limpiar la casa, ir al super, poner lavadoras, arreglar aparatos y muebles rotos, qué se yo, siempre tienen algo que hacer. A mí me dicen de ir al monte de excursión y lo pospongo todo, anulo todas mis obligaciones y me olvido de cualquier deber inexcusable, ... si tuviera deberes y obligaciones, que no es el caso. Bien, pues eso, que desde aquí dejo constancia (por si lo leen mis dueños, que sí que lo leerán) de que no salgo al monte todo lo que me gustaría, pero cada vez que salgo lo disfruto a tope.
He caminado por el Parque Nacional del Teide, el Monte de la Esperanza y el de las Mercedes y si tengo que elegir me quedo con este último, mucho más fresco y verde, aunque correr encima de la pinocha y jugar con las piñas del pinar de la Esperanza también es muy divertido. Sólo en una ocasión lo he pasado un pelín mal. Ese día hacía mucho calor y el sendero era muy polvoriento, lo cual no es nada de agradecer para alguien que camina con su cara a menos de 50 cm del suelo. Para colmo, todo el camino de vuelta lo hicimos Alicia y yo con las ruedas pinchadas, ella porque se le rompió la bota y avanzaba arrastrando media suela, yo porque iba con un tirón muscular y algo cojito. Llegamos completamente derrengados a casa, pero felices porque no hay nada más enriquecedor para una persona y un animal que el descubrimiento de la naturaleza, de los distintos tipos de plantas, piedras, árboles y bichos que hay por doquier en este mundo tan bonito.
En verano,
cuando Asier pasa sus vacaciones con nosotros, también nos hemos ido de excursión y aunque no caminamos tanto, ni nos alejamos demasiado de la civilización, he de decir que me lo paso aún mejor porque Asier y yo somos espíritus totalmente afines y nuestros intereses por el juego y la exploración van a la par. El único problema es que mis dueños no confían plenamente en nosotros y no nos dejan loquear todo lo que nos gustaría, pero no nos importa, nos basta una roca grande y alta a la que subir para sentirnos como Edmund Hillary y el sherpa Tenzing en la cima del Everest.
En verano,