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13 de mayo de 2009

Miflor


Miflor es una perrita negra, no tiene raza definida, ni nada que se le parezca, ella es única y si a primera vista todos se apuntan a decir que parece un schnauzer, o un caniche o que tiene orejas de cocker, luego, cuando la conocen y la tratan, todos terminan afirmando que como Miflor no hay ningún perro. Es mi amor, no mi amor platónico, sino mi amor terrenal, mi pasión forjada a base de revolcones, mordiscos y lametones. Es mi amiga, mi compañera de juegos, mi complice de mil fechorías y mi locura en las noches de sus celos.

El día que conocí a Miflor fue uno de los más felices de mi vida. Era la mañana de mi primer paseo oficial. Ya había salido antes de paseo, pero nunca en lo que sería mi sitio habitual, ese gran solar al lado del mar en el que por turnos, y atendiendo a los horarios de nuestros dueños, nos vamos juntando diariamente todos los perros del vecindario. Todavía eramos cachorros, yo tenía 5 meses y ella era dos meses mayor que yo. La conocía de lejos, de vista, pues aunque aún no paseaba por el solar , ya tenía afición a observar desde el balcón a todos los perritos del vecindario que sí lo hacían y era imposible no fijarse en ella, tan bonita, tan morena. Cuando esa mañana salí a la calle, sabiendo que ya era todo posible, que me dejaban ir a por todas, olisquear y correr por donde quisiera, era el perrito más feliz del mundo, pero cuando la vi a lo lejos entonces sí que el corazón casi se me sale del pecho, no lo pensé, tiré como un loco hasta que mi dueña comprendió hacia donde quería ir, se rió y me soltó. Corrí con todas las fuerzas que me daban mis piernas hasta que llegué a su lado y sin dejarla reaccionar, me lancé a besarle los morros desesperado, se quedó paradita, atónita, pero enseguida me respondió con más besos y lametones, y, coquetuela y alegre como es, se lanzó a correr provocándome para que la pillara, pasamos así más de una hora, en un tira y afloja de peleas, carreras, abrazos, lametones y mordisquitos que no nos dejó exhaustos, sino con ganas de más.

Con el tiempo nuestra relación fue cada vez más intensa, igual que también fue cada vez mayor la amistad entre nuestras dueñas. Nos buscábamos e intentábamos siempre aprovechar al máximo los ratitos en los que estábamos juntos. Me acostumbré a vigilar desde al balcón sus salidas y avisar a mis dueños desesperadamente para que me sacaran en ese momento de paseo. Ellos consentían, aunque no hiciera ni 10 minutos que acabáramos de regresar. Eramos una pareja perfecta, incluso se reunían a nuestro alrededor otros perros con sus dueños para vernos jugar, un espectáculo digno de ver, como también lo era el espectáculo que daban nuestras dueñas intentando pillarnos para hacernos regresar a casa.

Durante nuestra infancia y más tierna juventud fuimos inseparables, sólo dejamos de vernos los días en que estuve convaleciente de mi caida. Teníamos más amigos, una pandilla cojonuda, y no siempre jugábamos y correteábamos solos, pero entre nosotros se forjó una relación especial que supera el entendimiento de cualquier humano. La amo y la admiro porque Miflor no sólo es guapa, además es lista, divertida, rápida como un rayo cuando corre, valiente y aventurera, es buena y noble, cariñosa, dulce y mimosa, y, aunque mis dueños dicen que siempre anda un poco guarrilla, a mí su olor me enloquece. Ella siente también por mí un amor incondicional y a pesar de que a medida que me he hecho mayor puede conmigo la tentación que supone la presencia de otras perritas, a las que irremediablemente intento camelar y llevar al huerto, ella no me lo tiene en cuenta, ni se enfada, me mira alegre y espera porque sabe que siempre regreso a su lado para terminar agotados de tantos besos y lametones que nos damos.

2 comentarios:

Neco dijo...

Me he quedado de piedra al ver que nuestro playboy tiene una moza a la que quiere más allá de su tipín...

Miflor debe ser una santa si te perdona cuando intentas ligar con chatis... si fuera humana ya te hubiera hecho el ataque del cascanueces jejeje

Dina y Jenni dijo...

Que bonito amor, mas allá de todo. Resulta que el ligón de Lennon tiene ya una dueña indiscutible. Al leer tu historia Dina no se ha puesto celosa, le ha parecido de lo mas hermoso y tierno.

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